Había una vez un pequeño sastre que era muy astuto e inteligente. Se llamaba Toby y le encantaba coser las prendas más bonitas que se habían visto en el pueblo de Rivertown.
Toby tuvo la idea de que si podía hacer algo especial, ¡le ayudaría a hacerse famoso en toda la tierra! Decidió crear un abrigo mágico con siete bolsillos, ¡uno para cada día de la semana!
Durante semanas, trabajó duro cosiendo este abrigo a mano. Por fin, cuando estuvo terminado, Toby se puso su nuevo abrigo y lo mostró con orgullo por la ciudad. ¡Todo el mundo se maravillaba de lo increíble que le quedaba!
Un día, mientras paseaba por el bosque, Toby se encontró con un enorme gigante profundamente dormido bajo un árbol. El gigante había oído hablar del abrigo mágico de Toby y quería probárselo él mismo, pero sólo si Toby podía demostrar que era lo bastante valiente. Así que, sin dudarlo, el valiente Toby accedió a aceptar cualquier reto que le propusiera el gigante.
La primera tarea consistía en atrapar diez conejos salvajes en sólo una hora, ¡algo que nadie había podido hacer antes! Pero gracias a su astucia y a algunos trucos que se guardaba en la manga (que incluían la fabricación de dos muñequitos con forma de conejo con paja), Toby consiguió capturar los diez conejos en cuestión de minutos y los presentó con orgullo al asombrado gigante.
A continuación, dos pájaros se posaron en lo alto de un alto árbol; de nuevo, no hubo problema para nuestro heroico sastrecillo, que utilizó unas cuerdas atadas como escaleras para poder trepar hasta su nido. Cuando los dos pájaros estuvieron a salvo dentro de los bolsillos de su abrigo mágico especial, ¡misión cumplida una vez más!
Pero no satisfecho con estos logros, el pequeño y decidido Toby se retó a sí mismo a pescar cinco peces en un río helado utilizando sólo un viejo hilo de pescar hecho con hojas, que sorprendentemente funcionó mejor de lo esperado. Después de completar con éxito esta tarea, el Gigante, impresionado, le concedió finalmente el permiso para usar su abrigo mágico cuando quisiera… ¡hurra!
A partir de ese momento, el pobre y cansado Gigante ya no tuvo que preocuparse por nada nunca más, porque ahora el joven «Sastrecillo Astuto» siempre estaba dispuesto a ayudar cuando alguien lo necesitaba…. y así todos vivieron felices para siempre 🙂
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