Érase una vez un pobre soldado que no tenía nada más que un viejo yesquero. Un día, iba caminando por la carretera cuando vio una pequeña caja tirada en la hierba. La recogió y descubrió que en su interior había tres llaves de distintos tamaños.
Curioso por saber qué podrían abrir, el soldado decidió probar cada una de las llaves en una vieja puerta que encontró cerca. Cuando introdujo la primera llave en la cerradura, ¡sucedieron todo tipo de cosas maravillosas! Sonó un fuerte chasquido desde el interior y, de repente, empezaron a llover monedas de oro desde arriba hasta que hubo suficientes para llenar sus dos bolsillos de riquezas sin medida.
El soldado siguió probando cada una de las otras dos llaves por turnos: una abrió un armario lleno de ropas finas, mientras que la otra abrió un cofre que contenía joyas y piedras preciosas. Abrumado por su suerte, nuestro protagonista dio las gracias al destino por haberle conducido hasta aquí y se tomó un tiempo para maravillarse de esta nueva fortuna antes de emprender de nuevo el camino de vuelta a casa.
Sin embargo, en el camino de vuelta ocurrió algo extraño: cada vez que nuestro héroe pasaba por delante de la casa de alguien o se cruzaba con otra persona a pie o a caballo, salían relámpagos del interior de su polvorín, seguidos de intensos truenos que hacían temblar todo a su alrededor.
Resulta que, sin que nuestro amigo lo supiera, este humilde polvorín perteneció en realidad a una bruja malvada que había utilizado su poderosa magia siempre que le apetecía, incluso provocando tormentas como éstas, que ahora parecían querer proteger su tesoro dondequiera que estuviera… y así, mientras la ética
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