Érase una vez un dragón de Komodo llamado Ko que vivía en las selvas de Indonesia. Era muy diferente de los demás dragones y animales que le rodeaban, por lo que a menudo se sentía solo y poco querido.
Un día, Ko decidió dar un paseo por la selva con su mejor amigo, un águila llamada Eddie. Mientras caminaban, oyeron fuertes ruidos procedentes de los árboles cercanos. Cuando miraron más de cerca, vieron que en realidad eran cientos de pájaros que cantaban hermosas canciones. Los pájaros cantaban sobre la cantidad de amor que hay en este mundo: amor por los amigos, la familia e incluso por los desconocidos, como Ko.
Ko no podía creer lo que estaba oyendo: ¡la gente se preocupaba por él, después de todo! Dio las gracias a Eddie por haberle llevado a una aventura tan increíble antes de volar con la alegría en el corazón.
Al día siguiente, cuando Ko volvió a su cueva, se encontró con algo inesperado esperándole fuera: Una cesta llena de golosinas enviada por alguien que quería mostrar su agradecimiento por todo lo que Ko había hecho por él. Dentro de la cesta había frutas y verduras, pero también algunos regalos especiales sólo para él, como una pulsera de cuentas de colores y unos dibujos pintados a mano que contaban historias de amistad y bondad.
Al ver estos amables gestos, Ko se dio cuenta de la cantidad de amor que le rodeaba cada día, lo que llenó su corazón de felicidad como nunca antes. A partir de entonces, allá donde iba la gente le recibía calurosamente en sus casas o simplemente le saludaba cada vez que se cruzaban, lo que demuestra que, independientemente de dónde estés o de quién seas, todo el mundo puede ser amado si tenemos suficiente fe en nosotros mismos.
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