Había una vez un molinero y su hijo. Tenían un asno que utilizaban para transportar el grano desde su molino hasta el mercado. Un día, el molinero decidió que él y su hijo llevarían el asno a pasear juntos. Así que salieron con el asno a cuestas.
En cuanto empezaron a caminar, la gente empezó a darles consejos sobre la mejor manera de conducir el asno. Algunos decían «¡tirad de él!», otros «¡empujadlo!». Y aún más gente sugería otros métodos para guiar al animal por su camino. ¡El pobre padre y el hijo estaban tan confundidos por todos estos consejos contradictorios que no sabían qué hacer!
Finalmente, tras muchas deliberaciones, al padre se le ocurrió una idea: declaró que, al igual que todos los demás daban opiniones diferentes sobre la mejor manera de guiar a su asno, debían probar cada una de ellas -si un método funcionaba, entonces genial; si no, ¡oh, bien! Este plan pareció ser aceptable para ambas partes, así que se pusieron en marcha de nuevo con una determinación renovada.
Así que primero intentaron tirar de él, pero el resultado fue que se ralentizó aún más que antes. Luego, cuando intentaron empujarle, se asustó y huyó por completo. Tras varios intentos fallidos de seguir los consejos de los demás, la pareja se detuvo una vez más sintiéndose derrotada.
Fue entonces cuando el joven habló: «Padre, intentemos algo diferente, escuchemos nuestro propio juicio, no importa lo que digan los demás, podemos confiar en nosotros mismos para encontrar el camino». Esta vez, ¡finalmente funcionó! Mientras te mantengas centrado en tu objetivo y creas en ti mismo, todo es posible, incluso superar los obstáculos que presentan las opiniones de los demás.
La moraleja de esta historia es sencilla: ten fe en ti mismo y no tengas miedo de pensar de forma diferente.
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