Había una vez una niña llamada Sara. Sarah era huérfana y no tenía familia que la cuidara. Vivía en una pequeña aldea con su tía, que la trataba mal y nunca le mostraba ningún tipo de amor o cuidado.
Un día, Sarah decidió que quería abandonar el pueblo y encontrar un lugar nuevo donde pudiera ser feliz. Así que emprendió un viaje en busca de mejor fortuna. Tras varios días de camino, Sarah se topó con un castillo que pertenecía al Rey de la tierra.
El Rey quedó tan impresionado por el coraje de Sara que le ofreció refugio en su castillo y le dio todas las comodidades de las que debía disfrutar la realeza: lujosas comidas preparadas para ella a diario por cocineros reales; hermosos vestidos diseñados especialmente para ella; sirvientes dispuestos a hacer todo lo que ella les pidiera; ¡lujo en la cama digno de una princesa!
Sara se adaptó rápidamente a la vida en la corte y pronto se hizo amiga de otros niños de familias ricas que venían regularmente a visitar al hijo del rey, el príncipe Enrique. Un día, mientras jugaban al escondite con el Príncipe Enrique, descubrieron un viejo diario escondido detrás de una de las estanterías del Rey, que contenía historias sobre criaturas mágicas y reinos secretos a los que sólo se podía acceder a través de puertas especiales situadas en su reino.
El príncipe Enrique pensó que sería divertido que se embarcaran juntos en una aventura utilizando este viejo diario como guía, ¡y así lo hicieron! En sus viajes, se encontraron con muchas criaturas extrañas, como dragones, gigantes y unicornios, pero finalmente volvieron a casa sanos y salvos gracias a la rapidez mental de Sarah, que los salvó del peligro en múltiples ocasiones durante su búsqueda. Al volver a casa sanos y salvos después de tan atrevidas aventuras, ambos príncipes
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