Érase una vez, en un reino encantado muy lejano, una hermosa princesa llamada Mayblossom. Era hija del rey Galeno y de la reina Melinda, dos gobernantes muy cariñosos y sabios que gobernaban su reino con bondad. La princesa Mayblossom era querida por todos en su reino; tenía muchos amigos entre los demás niños de la corte, así como entre los de fuera de sus muros.
Un día, mientras paseaba por los jardines del palacio, se encontró con una vieja bruja que le prometió conceder a Mayblossom un deseo si accedía a realizar un viaje con ella. Como no quería decepcionar a nadie, la princesa Mayblossom aceptó a regañadientes la oferta y emprendió el viaje sin saber lo que le esperaba.
La bruja las llevó a lo más profundo del bosque, donde pronto se encontraron con una alta torre rodeada de espinas. La bruja les explicó que allí era donde la princesa Mayblossom debía permanecer para protegerse del peligro hasta nuevo aviso; dependería de su propio valor e ingenio encontrar de nuevo la libertad algún día. Con el corazón encogido, la princesa y la bruja se separaron sin decir ni una palabra más, ¡ni siquiera un adiós!
El tiempo pasó lentamente en aquella alta torre, pero finalmente la princesa Mayblossom encontró consuelo en la lectura de libros sobre héroes valientes que siempre parecían capaces de superar cualquier obstáculo o villano que se les pusiera por delante (lo que la reconfortó mucho). Con el paso de los días, también se hizo mucho más sabia gracias a estas historias; aprendió valiosas lecciones como la independencia y la responsabilidad, que le ayudarían a dar forma a cómo elegiría manejar los acontecimientos futuros cuando finalmente volviera a ser libre.
Tras meses de espera, parecía que el destino se había apiadado de la pobre princesa Mayblossom: una noche, mientras paseaba cerca de unas ruinas (que formaban parte de un antiguo castillo), algo llamó su atención: Una pequeña abertura a ras de suelo lo suficientemente grande para alguien como ella. Tras reflexionar unos instantes sobre si esto podría ser cierto, la esperanza surgió de repente en su corazón y le dio la fuerza suficiente para apartar las grandes rocas que bloqueaban la entrada… ¡y así comenzó el intento de huida!
Finalmente, tras horas de lucha contra las rocas
Deja una respuesta