Había una vez un anciano que vivía en una pequeña casa de campo. Tenía una larga barba blanca y siempre llevaba su gorra azul favorita. Todas las mañanas salía al huerto y cuidaba sus verduras mientras cantaba suavemente para sí mismo.
Un día, mientras el anciano desbrozaba su huerto, ¡sucedió algo extraño! Una ranita verde saltó junto a él. El anciano sonrió a la ranita y la saludó.
La rana le explicó que se había perdido y le preguntó si el anciano podía ayudarla a encontrar el camino a casa. El bondadoso anciano se ofreció a llevar a la rana de viaje por la ciudad para que pudiera volver a casa sana y salva, ¡pero sólo si prometía no alejarse de él por el camino!
Así que se fueron de la mano por toda la ciudad, con la música de sus pasos mientras bailaban alegremente por cada calle. Por todas partes, la gente sonreía a esta pareja insólita: ¡un anciano de la mano de una pequeña rana verde!
Al final, después de muchas horas de paseo, se hizo de noche y llegó el momento de que ambos descansaran antes de reanudar su viaje mañana a la luz del día. Así que acamparon bajo un gran sauce junto a un huerto de manzanas cerca de la ciudad, donde compartieron historias hasta que la noche llamó a su puerta con sus estrellas centelleando como diamantes a su alrededor en el cielo…
Cuando llegó de nuevo la mañana, era hora de que nuestros dos viajeros continuaran su búsqueda del hogar de las ranitas; pero, por desgracia, ¡la pobre ranita ya no recordaba hacia qué dirección debía dirigirse! ¿Qué iban a hacer ahora? En ese momento… desde las cercanías, detrás de unos arbustos…., oyeron ruidos de crujidos que se acercaban a ellos…….. y cuando aparecieron de entre esos arbustos… ¡No era otra cosa que otro grupo de simpáticas ranas saltando!
El grupo, emocionado, gritó: «¡¡Es nuestro amigo perdido!!». ¡Y, efectivamente, uno de ellos reconoció que esa rana en concreto pertenecía a su propio estanque! Después de muchos vítores
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