Había una vez un niño llamado Jake. Le encantaba corretear y jugar con sus amigos, pero un día empezó a estornudar. Dondequiera que fuera, los gérmenes le seguían: en el patio de recreo, en clase, incluso en casa.
La madre de Jake vio lo que ocurría y supo que no era bueno. Se sentó con Jake y le explicó que cuando alguien estornuda esparce pequeños gérmenes en el aire que pueden hacer enfermar a otras personas si se acercan demasiado o los tocan.
Así que le dijo lo importante que es cubrirse la boca al estornudar utilizando un pañuelo de papel o el codo para no esparcir esos gérmenes por todas partes. También le enseñó que lavarse las manos a menudo ayudaría a mantener a todos sanos, al eliminar todos los gérmenes de sus manos antes de tocar cualquier otra cosa.
Al principio, Jake era un poco reacio a tener que seguir estas reglas todo el tiempo, pero luego su madre le mostró algunas actividades divertidas que le ayudarían a recordar los hábitos de higiene adecuados, como cantar canciones mientras se lavaba las manos durante 20 segundos o hacer dibujos de burbujas de jabón como grandes recordatorios para no olvidarlo.
Jake no tardó en darse cuenta de que seguir unas sencillas normas de higiene, como taparse al estornudar y lavarse las manos a menudo, puede contribuir en gran medida a evitar que él y los demás enfermen; ahora, todas las mañanas, antes de empezar el colegio, se asegura de cuidarse para que no le sigan los molestos gérmenes. El final.
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