Érase una vez, en una tierra lejana, que vivían muchos animales. Todos ellos tenían sus propios deberes y responsabilidades de los que debían ocuparse cada día. Uno de estos animales era la Oveja. La Oveja era pequeña y tímida, pero se esforzaba en su trabajo de atender las necesidades de los demás animales.
Un día, mientras las ovejas realizaban felizmente su trabajo, se vieron sorprendidas por un rugido furioso que venía de cerca. ¡Era el Tigre! Le habían nombrado soberano de la tierra porque era fuerte y poderoso, algo que le llenaba de orgullo y arrogancia.
El tigre se pavoneó hasta donde estaban las ovejas, temblando de miedo, y les ordenó que cumplieran sus órdenes o que sufrieran graves consecuencias. Las pobres ovejitas no sabían qué hacer mientras observaban impotentes cómo su nuevo amo empezaba a dar órdenes sin tener en cuenta la seguridad o el bienestar de nadie, ¡y menos el suyo!
En ese momento, una misteriosa figura apareció frente a ellas: ¡era la Reina Pajarito, gobernante de todos los animales! Había oído hablar de lo mal que el Tigre trataba a sus súbditos, así que bajó de su reino en lo alto del cielo con alas de águila para ver si el rumor era cierto, y por desgracia lo era…
La Reina Pajarito regañó duramente a El Tigre por abusar de su poder sobre los demás sin pensar dos veces en el daño que podía infligir a los más débiles que él; también le advirtió que no volviera a repetir ese comportamiento o se enfrentaría a su iracunda justicia. Tras recibir esta advertencia en voz alta y clara, el Tigre se acobardó y se sometió, dejando atrás a un aliviado rebaño de ovejas que ahora sabían que alguien siempre velaría por ellas, incluso en tiempos difíciles.
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