Había una vez una niña llamada Charlotte. Le encantaba pasar tiempo al aire libre, explorando los bosques y los campos que rodeaban su casa. Un día, mientras caminaba por el bosque, algo le llamó la atención: ¡las abejas!
Charlotte sabía lo importantes que eran las abejas para polinizar las flores y las plantas, así que decidió hacer algo especial por ellas: ¡crear un jardín apto para abejas! Enseguida se puso a trabajar recogiendo materiales de su jardín, como ramitas, piedras y hojas. También recogió flores silvestres del prado cercano y las plantó en su jardín.
Cuando Charlotte terminó de preparar su jardín, se sentó asombrada de lo que había llegado a ser: ¡un zumbido de vida! Todo tipo de insectos volaban visitando las coloridas flores mientras los pájaros cantaban dulces melodías en lo alto. Charlotte se sintió orgullosa de haber hecho algo bueno no sólo para ella, sino también para la propia naturaleza.
A la mañana siguiente, cuando Charlotte se levantó temprano para revisar su jardín apícola, éste se había transformado en un espectáculo aún más hermoso que antes; brillantes mariposas revoloteaban entre las flores florecientes mientras las mariquitas se arrastraban por los tallos y las hojas cubiertas de gotas de rocío que brillaban a la luz del sol.
Charlotte sonrió al ver a todas estas criaturas conviviendo pacíficamente en armonía unas con otras; feliz de que al crear este pequeño espacio de belleza y seguridad, podía ayudar a proteger a estos maravillosos amigos insectos que hacen de nuestro mundo un lugar tan asombroso.
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