Había una vez un molinero que tenía un hijo y un asno. No eran ricos, pero se las arreglaban para llegar a fin de mes. Un día, el Molinero decidió llevar a su hijo y al Asno de viaje.
Los tres partieron por el camino con muy pocas provisiones. A lo largo del camino, se encontraron con muchas personas que consideraron extraño que el Molinero viajara con un animal. Al continuar su camino, se encontraron con un río que debían cruzar para llegar a su destino en la otra orilla.
El Molinero miró a su Hijo y dijo «Yo montaré en el Asno mientras tú caminas a nuestro lado». El Hijo aceptó sin dudarlo, pues sabía que les ayudaría a cruzar más rápido que si montaba solo o incluso con él y su padre juntos a bordo; sin embargo, ¡esto hizo que algunos espectadores lanzaran un grito de desaprobación por tratar tan mal a un animal!
Poco después de cruzar de nuevo a tierra firme, se produjo el desastre cuando, de repente, una de las ruedas de su carro se rompió y los dejó tirados. El pobre Asno se derrumbó bajo su carga debido al cansancio, hasta el punto de que los tres no pudieron continuar con su viaje hasta que se hicieron las reparaciones necesarias; sin embargo, a pesar de toda esta desgracia, ninguno de los presentes señaló con el dedo ni culpó a nadie por lo que ocurrió a continuación…
En lugar de ello, todos colaboraron trabajando apresuradamente arreglando la rueda y suministrando agua
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