Había una vez un niño llamado Yusuf. Tenía un padre increíblemente cariñoso que también era pescador. Todos los días, su padre salía al mar y volvía con la pesca del día.
Un día, mientras se preparaba para ir a pescar, Yusuf le preguntó a su padre si podía traerle algo del mar. Su padre sonrió y le dijo que por supuesto que podía. Le dijo que cuando volviera a casa esa noche, tendría algo especial para él.
Yusuf esperó pacientemente todo el día a que su padre volviera del mar con su regalo. Finalmente, a la luz del atardecer, Yusuf vio el barco de su padre acercándose a la orilla con las velas ondeando al viento.
En cuanto su padre volvió a pisar tierra, Yusuf corrió hacia él preguntando emocionado qué tipo de regalo había traído; pero en lugar de responder enseguida, su padre se limitó a sonreír misteriosamente y a poner un dedo sobre los labios diciendo «Shhhh», mientras caminaban juntos hacia su casa de la mano…
Cuando entraron en su casa -Yusuf abrió mucho los ojos ante lo que le esperaba en la mesa de la cocina: ¡Un hermoso pez! Lo habían colocado cuidadosamente sobre un lecho de algas de colores y conchas recogidas durante su viaje a través de las olas del océano esa misma tarde -¡un recordatorio perfecto de cuánto amor puede encontrarse incluso en la propia naturaleza!
Al ver esto, Yusuf se rió de alegría: le dio las gracias a su padre con entusiasmo antes de darle un gran abrazo lleno de gratitud, sabiendo ahora más que nunca lo afortunado que es tener un padre tan increíble como él a su lado 🙂
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