Había una vez una niña llamada Sindi. Le encantaba bailar y no podía esperar a ir a la escuela. Todas las noches, antes de acostarse, solía mirar a la luna y pensar en todas las cosas increíbles que aprendería en la escuela.
Una noche, mientras Sindi miraba al cielo en busca de su gran amiga redonda, ocurrió algo extraño. La luna giró su rostro hacia ella y le habló suavemente con una voz amable: «Sindi, no tengas miedo; estoy aquí para animarte en tu camino».
Sindi no podía creerlo. ¡Nunca había visto ni oído nada parecido! Preguntó con curiosidad si la Luna podía ayudarla a prepararse para la escuela. La Luna respondió con un movimiento afirmativo de la cabeza y empezó a cantar una hermosa melodía que hizo que Sindi se sintiera lo suficientemente valiente como para afrontar cualquier reto que se le presentara.
Al día siguiente, cuando Sindi se despertó, ¡se sentía más segura de sí misma que nunca! Con una nueva determinación, se vistió rápidamente y salió corriendo emocionada hacia el día que tenía por delante, sin olvidarse de dar las gracias a la Luna por haberla animado tanto en un momento tan importante de su vida.
Todas las mañanas siguientes ocurría lo mismo: por muy asustada o nerviosa que se sintiera Sindi por dentro, cuando la Luna brillaba sobre su rostro le recordaba su bondad, que siempre reconfortaba su corazón. Y pronto, cada día que pasaba se acercaba más hasta que finalmente llegó: ¡¡¡el día de la escuela!!! En cuanto empezaron las clases, Sindi supo que todo iba a salir bien, gracias no sólo a ella misma, sino también al apoyo de la amistosa Luna.
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