Había una vez un perro negro llamado Bounce. Vivía en una gran casa con su familia y sus amigos, pero hoy estaban todos fuera.
Bounce se sentía solo y aburrido, así que decidió salir a explorar el jardín. Pero nada parecía interesarle; estaba demasiado tranquilo sin su humano alrededor. No encontraba nada divertido que hacer.
Entonces, de repente, se le ocurrió una idea: ¿por qué no saltar? Así que Bounce corrió por el jardín saltando en el aire, ladrando tan fuerte como podía mientras movía la cola furiosamente de alegría.
Se divertía tanto que pronto otros animales de los alrededores se unieron a la diversión del rebote. Un conejo saltó a su lado, los pájaros volaron por encima de él cantando sus dulces canciones de alegría e incluso algunos gatos bebés salieron corriendo de la nada persiguiéndose durante horas.
Al final, cuando todos estaban cansados después de tanto rebote, se reunieron bajo un árbol sombreado sintiéndose muy agradecidos por este día lleno de risas y amistad. Y desde ese día, cada vez que Bounce se aburre o echa de menos a su humano, sabe exactamente qué hacer: ¡¡¡BOTAR!!!
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