Había una vez un pequeño cachorro llamado Baxter. Vivía con su mejor amigo Oliver en su acogedora casa de París. Un día, Baxter y Oliver decidieron dar un paseo por la ciudad de las luces y el amor.
Los dos cachorros exploraron juntos las calles de París, admirando toda su belleza. Pero, de repente, tras una vuelta de más, Baxter se dio cuenta de que había perdido de vista a Oliver. Le entró el pánico y empezó a buscarlo, pero no lo encontró por ninguna parte… ¡Se sentía tan perdido sin su amigo a su lado!
Baxter sabía que si quería volver a encontrar a Oliver tendría que pensar de forma independiente y confiar en sí mismo, así que decidió que era hora de seguir su nariz. Olfateó cada rincón hasta que olió algo familiar: ¡era el olor de los croissants recién horneados de una antigua panadería que ambos adoraban visitar con sus dueños en casa!
Con una esperanza renovada en su corazón, Baxter siguió el rastro del olor hasta que le llevó a un callejón cercano a la panadería donde… ¡encontró a Oliver esperándole! Ambos se alegraron mucho; lágrimas de felicidad rodaron por sus rostros peludos mientras se abrazaban con fuerza. El reencuentro les hizo darse cuenta de lo importante que es la amistad: ¡independientemente de los obstáculos que se presenten, siempre puedes contar con tus amigos en los momentos difíciles!
A partir de entonces, cada vez que Baxter se sintiera perdido o asustado, sólo tenía que cerrar los ojos y recordar ese día que pasó buscando a su querido amigo en París. Y no importaba lo que pasara después… siempre podría contar con el amor
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