Érase una vez, en un reino lejano, una princesa infeliz. No importaba lo que sus sirvientes intentaran hacer para animarla, nada parecía funcionar y siempre estaba triste.
Un día, un misterioso desconocido llegó a las puertas del castillo: ¡era Taper Tom! Había venido desde muy lejos en su afán de hacer reír a la princesa y devolverle la alegría a su vida.
Pidió permiso a los guardias para entrar en el castillo y éstos le dejaron pasar amablemente después de escuchar su misión. Taper Tom subió directamente a la habitación de la princesa, donde la encontró sentada tristemente sola.
Inmediatamente se puso a probar todo tipo de trucos y bromas para intentar hacerla sonreír, pero nada funcionó; ¡ni siquiera su mejor material! Así que decidió que la música sería la respuesta y empezó a cantar una vieja canción popular que hizo que todos los que estaban a su alrededor golpearan los pies con su pegadizo ritmo.
La Princesa no pudo evitar sonreír cuando escuchó esta melodía tan edificante que salía de la boca de Taper Tom: ¡por fin algo había roto su tristeza! Le dio las gracias por haber devuelto la felicidad a su vida antes de preguntarle si podía hacer algo a cambio como recompensa por haberle causado tal impacto en su estado de ánimo.
Taper Tom le dijo a la Princesa que lo único que quería era que otras personas que se sintieran deprimidas o perdidas como ella lo estuvo una vez, encontraran también la felicidad tal y como la suya volvió con su canción. La Princesa aceptó de corazón antes de recompensar a Taper Tom con un montón de monedas de oro para que pueda seguir repartiendo alegría allá donde le lleven sus viajes…
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