Había una vez un caballero que estaba decidido a encontrar la legendaria ciudad de oro llamada Eldorado. Había oído hablar de su riqueza y opulencia, y quería verla por sí mismo. Así que emprendió su aventura con gran entusiasmo.
El viaje fue largo y arduo, lleno de criaturas peligrosas, terrenos traicioneros y kilómetros interminables de caminos desconocidos. Pero el caballero perseveró en todo ello en busca de su tesoro.
Tras días de viaje, llegó por fin al borde de un profundo bosque en el que se dice que Eldorado yace oculto de miradas indiscretas. En cuanto se adentró en las profundidades del bosque, empezaron a suceder cosas extrañas a su alrededor: los pájaros cantaban melodías inusuales, los árboles parecían susurrar secretos y aparecían figuras misteriosas de la nada para volver a desaparecer momentos después. El caballero sabía que debía tratarse de un lugar encantado.
Siguió caminos sinuosos hasta llegar por fin a un enorme castillo hecho completamente de oro. Apenas podía creer lo que veían sus ojos: ¡realmente existía! Empujando con entusiasmo la puerta, entró esperando una riqueza incalculable… pero en su lugar encontró algo mucho mejor: ¡la felicidad! Por todas partes había gente viviendo su vida en alegre armonía, cantando canciones mientras trabajaban o jugando en su tiempo libre, ¡cada uno irradiando satisfacción como pequeños soles!
Al darse cuenta de repente de lo que significaba la verdadera riqueza -no los bienes materiales, sino la paz interior-, nuestro valiente caballero se quedó felizmente disfrutando de la vida entre amigos en el hermoso Eldorado.
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