Érase una vez una joven llamada Dorothy que vivía con su tía Em y su tío Henry en su granja de Kansas. Un día, un poderoso ciclón barrió las llanuras, arrastrando todo a su paso, ¡incluida la casa de Dorothy!
Dorothy se vio arrastrada a una tierra desconocida, lejos de su hogar. Estaba asustada, pero también emocionada por lo que podría encontrar. Cuando el viento se calmó, abrió los ojos y vio que había aterrizado en el País de los Munchkins de la Tierra de Oz.
Los Munchkins dieron una cálida bienvenida a Dorothy y le hablaron del gobernante de su país: ¡el Maravilloso Mago de Oz! Le dijeron que él podría ayudarla a volver a casa si llegaba a su palacio en la Ciudad Esmeralda. Así que salieron juntos a la aventura: Dorothy y Toto (su perrito) junto con el Espantapájaros, el Hombre de Hojalata y el León Cobarde, que también buscaban algo especial del Mago.
Su viaje fue largo, pero lleno de emoción, ya que se encontraron con muchas criaturas extrañas, algunas amistosas, como Glinda la Bruja Buena, y otras no tanto, como monos voladores o un ejército de árboles luchadores. Sin embargo, mantuvieron el ánimo alto cantando canciones, contando historias en torno a las hogueras por la noche o celebrando peleas de bolas de nieve cada vez que nevaba.
Por fin, tras varios días de viaje a través de bosques oscuros y claros, sobre montañas altas y ríos anchos, nuestros valientes aventureros llegaron a su destino: las puertas de Ciudad Esmeralda, donde les esperaba nada menos que el mismísimo Mago de Oz. Después de escuchar las súplicas de cada uno, les concedió lo que más deseaban: valor para el león; cerebro para el espantapájaros; corazón para el hombre de hojalata… y un camino a casa para la pequeña Dorothy, que había ganado mucho más durante esta gran aventura, como amistad, gratitud, confianza en sí misma y amor.
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