Érase una vez dos hermanas, llamadas Rose y Lily. Ambas querían encontrar su fortuna en el mundo, así que cuando oyeron hablar de una vieja bruja que podría ayudarlas a hacerlo, decidieron arriesgarse y visitarla.
Las dos hermanas emprendieron su viaje hacia la casa de la vieja bruja en lo profundo del bosque. Mientras caminaban, se dieron cuenta de lo diferentes que eran unas de otras: mientras que Lily era servicial y amable con los demás que encontraba por el camino, Rose era egoísta y poco amable.
Cuando por fin llegaron a la casa de la bruja, ésta las acogió calurosamente, pero les advirtió que sólo una de ellas podría recibir su ayuda: ella decidiría quién la merecía más en función de lo que viera durante su visita.
A la mañana siguiente, durante el desayuno, ambas hermanas pidieron algo de comida de la mesa de la bruja, pero Lily se ofreció a ayudar en las tareas de la casa antes de comer primero. La vieja bruja observó con aprobación cómo Lily ayudaba sin que nadie se lo pidiera, mostrando claramente su bondad y su voluntad de ayudar a los demás incluso antes de pensar en sí misma.
En cambio, Rose se negaba a realizar cualquier tipo de trabajo o ayuda en la casa a cambio de comida, lo que dejaba claro el tipo de persona que era: egoísta y poco dispuesta a ayudar a los demás si no se beneficiaba directamente ella primero.
En vista de este comportamiento mostrado por ambas niñas durante su estancia con ella, la vieja bruja decidió que sólo una hermana merecía sus poderes mágicos: ¡Lily! Le dio a Lilly un amuleto especial lleno de poderosos hechizos que le permitía acceder a grandes riquezas con sólo unos pocos gestos, ¡probando una vez más que ayudar a los demás siempre tiene su recompensa!
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