Érase una vez una niña curiosa llamada Alicia. Tenía 7 años y le encantaba explorar el mundo que la rodeaba. Un día vio un inusual conejo blanco que atravesaba el prado cerca de su casa. Intrigada, siguió al conejo hasta su madriguera y se encontró en un lugar totalmente nuevo: ¡el País de las Maravillas!
Alicia miró asombrada todas las extrañas imágenes que tenía ante sí: animales parlantes, locas fiestas del té y más criaturas peculiares de las que podía contar. Por todas partes parecía ocurrir algo inesperado.
Alicia decidió emprender una aventura por el País de las Maravillas y descubrir lo que le ofrecía. Encontró muchos personajes extravagantes en su camino, pero ninguno tan peculiar como el Gato de Cheshire, que aparecía misteriosamente cada vez que Alicia necesitaba ayuda o consejo. Le ayudó a guiar a Alicia hacia el descubrimiento de verdades sobre sí misma que hicieron que este viaje fuera aún más especial para ambos: ¡el poder de la conversación, la creatividad, la empatía y el pensamiento independiente!
Cuanto más se adentraba Alicia en el País de las Maravillas con el Conejo Blanco a su lado, las cosas se volvían aún más extrañas, ¡pero también mucho más emocionantes! Desde asistir a una ceremonia de coronación real con la Reina de Corazones, en la que se confundían las cartas de todos, hasta perderse en un bosque encantado lleno de árboles mágicos, nada se parecía a lo que parecía al principio… ¡y eso es exactamente lo que le gustaba a Alicia, porque cada sorpresa le traía algo nuevo para descubrir sobre sí misma y sobre el propio País de las Maravillas!
Finalmente, después de horas de exploración, de huir del peligro (¡o a veces de caer en él!), de hablar con los amigos de siempre
Deja una respuesta