Había una vez una hermosa mariposa en los prados de Dinamarca. Se llamaba Ala Azul y era una de las mariposas más vibrantes de todo el campo. Revoloteaba de flor en flor, disfrutando de su belleza y recogiendo néctar para su alimentación. Un día, mientras volaba, notó algo extraño: ¡todas las flores parecían bailar entre sí!
Ala Azul se detuvo en el aire, sorprendido. ¿Qué podía significar este comportamiento inusual? Al ver que se movían juntas con elegancia a su alrededor, cayó en la cuenta de que, en realidad, ¡estaban buscando pareja! La visión llenó a Ala Azul de anhelo y alegría: ¡había tantas parejas potenciales entre las que elegir! ¿Pero cómo decidiría con cuál casarse?
Pensó largamente en lo que hacía especial a cada flor. Algunas tenían colores brillantes, mientras que otras tenían fragancias dulces o pétalos sabrosos. Tras muchas deliberaciones, Ala Azul se dio cuenta de que ninguna de estas cosas importaba tanto como encontrar a alguien que compartiera sus valores: independencia, optimismo y valor. Sabía que si elegía a alguien basándose únicamente en esas cualidades, pasara lo que pasara siempre podrían confiar en la fuerza del otro.
Finalmente, tras días de cuidadosa consideración, Ala Azul eligió a una margarita púrpura que, en su opinión, encarnaba perfectamente todos esos rasgos. Ella le acogió en su abrazo calurosamente; ¡todos en el prado celebraron su unión con gran alegría! A partir de entonces, Ala Azul pasó todos los días felizmente a su lado hasta que finalmente ambos envejecieron juntos rodeados de amor y amistad.
¡La moraleja de esta historia es sencilla: tómate tu tiempo a la hora de tomar decisiones porque nunca sabes cuándo puedes encontrar el verdadero amor esperándote a la vuelta de la esquina!
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