Había una vez una pequeña oruga a la que le encantaba contonearse y sacudirse. Se llamaba Wiggles y tenía el pelaje amarillo más bonito y brillante. Todos los días, Wiggles se levantaba temprano por la mañana y se pasaba el día contoneándose al sol. Le encantaba explorar todos los lugares diferentes que podía encontrar alrededor de su casa-jardín.
Una mañana, cuando Wiggles se despertó, ocurrió algo muy emocionante: ¡se dio cuenta de que ahora le salían dos pequeñas antenas de la cabeza! Con estas nuevas antenas, Wiggles podía sentir vibraciones desde muy lejos, lo que significaba más aventuras para ella.
Entusiasmada, Wiggle se lanzó a la aventura por el jardín con sus antenas guiando su camino. Por todas partes sentía algo nuevo: el zumbido de las abejas bajo sus pies o el revoloteo de las mariposas en lo alto, ¡era como estar rodeada de música! Cuando cada onda sonora tocaba una de las antenas de Wiggl, las hacía estremecerse como si también bailaran.
Pero de repente todo cambió… El cielo se oscureció y un fuerte trueno retumbó en lo alto, seguido rápidamente por la lluvia que caía desde arriba. Pero no te preocupes, esto no detuvo a nuestra aventurera amiga oruga, sino que aumentó la emoción. Ahora, cada gota de lluvia que golpeaba una de esas diminutas antenas creaba una sensación aún mayor que antes, ¡hasta el punto de que pronto ambas antenas se agitaban de un lado a otro como locas!
Wriggle se reía mientras seguía girando en círculos disfrutando de cada momento a pesar de lo mojado que estaba el exterior, porque aunque las cosas se estuvieran humedeciendo, dentro nuestra valiente amiguita oruga seguía disfrutando de mucha diversión gracias a esas maravillosas antenas de la parte superior de su cabeza.

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