Había una vez una profesora que enseñaba a su clase de niños de cuatro años todo lo relacionado con el crecimiento. Todos los días les preguntaba qué querían ser de mayores.
Un día, los alumnos se mostraron especialmente entusiastas con sus respuestas: uno quería ser astronauta, otro diseñador de moda; algunos dijeron que querían ser bomberos y otros dijeron que preferían ser médicos o científicos.
La profesora sonrió a sus alumnos y asintió en señal de agradecimiento por sus ideas creativas. Luego les dijo que, independientemente de la carrera que cada uno eligiera cuando fuera mayor, era importante que cada uno de ellos utilizara la conversación y la creatividad, así como las habilidades de pensamiento independiente, para que sus sueños pudieran hacerse realidad.
Los niños miraron a su alrededor con los ojos muy abiertos antes de comprender finalmente el mensaje: ¡si te esfuerzas lo suficiente, todo es posible! Empezaron a animarse con entusiasmo y decidieron que sí, que pueden hacer lo que sea necesario para alcanzar el éxito más adelante.
Esta lección se les quedó grabada a los niños incluso después de salir de la escuela todos los días, ya fuera durante las cenas familiares o las actividades de juego del fin de semana; estas jóvenes mentes pusieron en práctica todo lo que su profesor les había enseñado antes durante las horas de clase. Con el tiempo, este sentimiento de empoderamiento se extendió no sólo entre ellos, sino también entre otras personas de la ciudad, que empezaron a escuchar con atención cada vez que alguien hablaba de perseguir tus sueños.
Por fin todo el mundo comprendió que, independientemente de la edad o la procedencia, siempre debemos esforzarnos por alcanzar nuestros objetivos aprovechando nuestros recursos internos, como la imaginación y la curiosidad, que nos llevarán a conseguir grandes cosas. ¡Sí se puede!
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