Había una vez un niño llamado Thabo al que le encantaba jugar con sus juguetes. Tenía todo tipo de juegos divertidos, pero le gustaba especialmente crear historias y aventuras para él y los personajes que aparecían en ellas.
Un día, la hermana pequeña de Thabo quiso unirse a la acción. Le rogó que la dejara jugar con él, ¡pero Thabo no estaba muy seguro de esa idea! No quería que ella se interpusiera en su juego o lo arruinara, así que siguió diciendo que no.
Pero entonces ocurrió algo sorprendente: mientras jugaban juntos, Thabo empezó a darse cuenta de lo geniales que eran las ideas de su hermana. A ella se le ocurrieron escenarios y retos disparatados que hicieron que su historia fuera aún más emocionante que antes. Se rieron y jugaron juntos hasta altas horas de la noche.
Thabo aprendió una importante lección ese día: ¡cuando trabajamos juntos, nuestra imaginación puede llevarnos a cualquier parte! A partir de entonces, pasaron mucho tiempo elaborando nuevas historias y aventuras, que sólo ellos podían inventar. Y cada una de ellas era siempre mejor que la anterior gracias a su creatividad y capacidad de comunicación combinadas.
La moraleja de esta historia es sencilla: no tengas miedo de invitar a otros a tu mundo, ¡nunca se sabe qué cosas maravillosas pueden salir de él! Así que, si alguna vez te sientes atascado o necesitas ayuda para pensar en una idea para tu próxima aventura, recuerda lo que ocurrió entre Thabo y su hermana… ¡e incluye también a otra persona!
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