Había una vez un molinero y su hija. El molinero estaba muy orgulloso de la belleza de su hija y quería que se casara con la realeza. Un día, presumió ante el Rey de que ella podía convertir la paja en oro.
El Rey le tomó la palabra y llevó a la hija a su castillo con un enorme montón de paja para que trabajara. No tenía ni idea de cómo iba a llevar a cabo esta tarea hasta que, de repente, apareció ante ella un extraño duendecillo. Se ofreció a ayudar a convertir la paja en oro si ella le prometía algo a cambio: ¡lo primero que saliera por debajo de la puerta cuando volvieran a casa después de tres días!
La niña aceptó, sin saber qué sería, pero desesperada por la ayuda y así, empezó a dar vueltas mientras cantaba «Rumpelstiltskin es mi nombre…» ¡Sus dedos mágicos trabajaron con rapidez y durante toda la noche hizo girar montones de paja hasta convertirlos en fajos de relucientes monedas de oro!
¡Cuando llegó la mañana, el Rey se asombró de todo lo que se había hecho en una noche! Pero antes de que se pudiera cumplir cualquier promesa entre ellos, ¡Rumpelstiltskin desapareció sin aviso ni rastro! Ahora sólo era cuestión de esperar tres días hasta su regreso a casa, en el que la deuda debía ser pagada…
Al tercer día en su casa, para sorpresa de todos -sobre todo de Rumpelstiltskin- salió de debajo de la puerta un adorable niño (el hijo de la hija). Furioso y a la vez encantado por este giro inesperado de los acontecimientos, Rumpelstiltskin conoció la derrota cuando se enfrentó a tal humildad por parte de la madre y el hijo, ¡haciendo honor a su pensamiento independiente por encima de cualquier promesa!
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