¡Shhhhh!
Había una vez una familia a la que le encantaba pasar tiempo juntos. Tenían un bebé especial, y su trabajo consistía en asegurarse de que todos fueran felices.
Un día, la familia salió de aventura por el campo. Mientras caminaban, se dieron cuenta de lo tranquilo y silencioso que era el lugar, sin ningún ruido de coches o aviones. El bebé se sintió tan relajado y contento al estar rodeado de la calma de la naturaleza que pronto se quedó dormido en su cochecito.
Pero cuando el resto de la familia se detuvo a comer en un lugar de picnic cercano, ¡todo se volvió de repente demasiado ruidoso! Aunque sus voces estaban apagadas, la niña seguía oyendo cómo hablaban en voz alta a su alrededor, ¡por no hablar de todos los pájaros que piaban en sus nidos!
Los padres se dieron cuenta rápidamente de lo que había pasado: El bebé necesitaba un poco de paz y tranquilidad si quería seguir durmiendo a pierna suelta durante la excursión. Así que se les ocurrió una idea: chillar entre ellos cada vez que alguien hiciera demasiado ruido. De este modo, el bebé podría dormirse tranquilamente mientras los demás se divertían en silencio para no despertarla.
Esto funcionó a las mil maravillas: Todos siguieron divirtiéndose, pero se mantuvieron dentro de unos límites razonables en cuanto al nivel de ruido… Hasta que finalmente llegó la hora de volver a casa, porque el descanso de la siesta de Bebé había llegado a su fin. Y entonces esta maravillosa aventura terminó con sonrisas por doquier, sobre todo en la cara de Bebé cuando se despertó completamente descansada de tan encantadora experiencia de sueño (¡y sin saber que había ocurrido algo caótico!).
La moraleja de esta historia es que a veces la gente necesita que se le recuerde lo mucho más tranquilas que pueden ser las cosas cuando intentamos no perturbar algo precioso como las siestas de nuestros queridos bebés… Todo es ruidoso cuando el bebé duerme, pero la amabilidad prevalece sobre todo tipo de jaleo en todo momento.
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