Érase una vez un viejo sultán que gobernaba su reino desde hacía muchos años. Era muy leal a su pueblo y éste le quería mucho. Pero con el paso de los años, el Sultán empezó a envejecer y a debilitarse. Sabía que pronto no podría seguir gobernando, así que decidió que era hora de retirarse de su posición de poder.
Un día, cuando el Sultán salió a dar un paseo por su jardín, vio algo que le entristeció enormemente: su querido perro Viejo Sultán era ya demasiado viejo y débil para seguir su ritmo. La idea de tener que sacrificar a su fiel compañero hizo que el corazón del anciano se hundiera, pero desgraciadamente ésta parecía ser la única opción que le quedaba, puesto que el Viejo Sultán ya no podía moverse ni cazar por sí mismo.
En ese momento, una voz habló por detrás de él: «¡Mi Señor! No te preocupes por tu leal amigo». Pertenecía a uno de los consejeros de confianza del sultán -Ali Baba-, que había estado observando lo que ocurría entre ellos todo el tiempo. Alí Babá le explicó cómo el viejo sultán había servido fielmente durante todos estos años y cuánto amor seguía sintiendo hacia ambos a pesar de ser ya tan ancianos; seguramente estaría mal que desecharan su amistad sin ni siquiera considerar otra solución.
El sultán estuvo de acuerdo: sería un error, pero ¿qué otras opciones había? Entonces Alí Babá compartió una idea: ¿por qué no encuentran a otra persona que pueda cuidar del viejo sultán? Así ambas partes se beneficiarían; el sultán tendría la tranquilidad de saber que alguien cuida de su amigo y, al mismo tiempo, dispondría de un lugar hogareño donde el Viejo Sután pudiera vivir tranquilamente durante sus últimos días..
El sultán aceptó la propuesta con gratitud y partió con Alí Babá en busca de alguien lo suficientemente amable como para adoptar al Viejo Sután en su familia. Tras varias semanas viajando por pueblos de todo el mundo, finalmente encontraron a alguien lo suficientemente amable: una anciana cuyo marido había fallecido recientemente, por lo que ahora vivía sola. Los acogió calurosamente en su casa, reconociendo inmediatamente lo especial que era Sutan.
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