Había una vez una niña llamada Nin que vivía en un hogar muy ocupado. Todas las mañanas tardaba en prepararse antes de ir al colegio. Necesitaba ayuda para vestirse y cepillarse el pelo, pero hoy todo el mundo en la casa parecía estar demasiado ocupado.
La madre de Nin ya se había ido a trabajar y su padre estaba atendiendo una importante llamada telefónica. Su hermano estaba jugando a los videojuegos con sus amigos y su hermana estaba haciendo los deberes.
Nin se quedó en la puerta de cada habitación intentando llamar la atención de alguien, pero nadie tenía tiempo para ella. Se sintió frustrada y sola al ver que todos se dedicaban a sus asuntos sin prestar atención a lo que ella necesitaba.
Decidió que si nadie podía ayudarla, tendría que hacerlo ella misma. Así que Nin cogió del armario la ropa que quería ponerse y empezó a ponérsela ella sola, sólo necesitando ayuda cuando había que atarse los cordones o abrocharse las cremalleras. Todo esto requirió algo de paciencia y determinación, pero finalmente Nin consiguió vestirse sola.
Por fin se sintió orgullosa de lo que había conseguido, y se miró en el espejo al ver lo bien que le quedaba: llevaba una camisa amarilla brillante con unos vaqueros azules que combinaban perfectamente entre sí, como hacía todo el mundo cuando se vestía por la mañana. Ahora, con una confianza renovada, Nin corrió alegremente hacia la escuela para no volver a llegar tarde.
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