Érase una vez una hermosa princesa llamada Princesa Abigail. Era la hija del rey Enrique y la reina Isabel, que gobernaban su reino con gran amor y bondad.
Un día, mientras paseaba por el bosque, la princesa Abigail tropezó con una rana sentada junto a un estanque. La rana le habló diciendo: «Princesa Abigail, si me besas me convertiré en tu apuesto príncipe». Sintiendo pena por la rana, accedió a su petición y le besó en la frente.
Para su sorpresa, ante sus ojos apareció un príncipe increíblemente apuesto. Le contó que una bruja malvada le había maldecido hacía muchos años para que viviera como una rana hasta que alguien le mostrara de nuevo el verdadero amor y la compasión. Conmovida por su historia, le prometió casarse con él para que pudiera liberarse de su maldición para siempre.
La noticia se extendió rápidamente por todo el reino y pronto todo el mundo hablaba de que la princesa Abigail había encontrado el verdadero amor con este misterioso príncipe salido de la nada. Todo el mundo celebró esta unión excepto una persona: el hermano de la princesa Abigail, Juan, que no aprobaba ese matrimonio porque le parecía demasiado extraño.
John intentó por todos los medios convencer a su hermana de que no se casara con ese hombre desconocido, pero finalmente se dio por vencido cuando quedó claro que nada de lo que dijera podría hacerla cambiar de opinión o hacerla reconsiderar la ruptura de su promesa hecha hace tanto tiempo en el bosque
Deja una respuesta