Había una vez una sirenita llamada Ariel que vivía en el fondo del océano con su familia. Le encantaba explorar y nadar en el gran mar azul.
Un día, cuando estaba nadando, vio algo brillante en la superficie sobre su cabeza. Parecía que podía ser un hermoso tesoro. Así que nadó para verlo más de cerca y, efectivamente, ¡era un viejo naufragio cubierto de monedas de oro!
Ariel nunca había visto nada tan maravilloso. Recogió todas las monedas que pudo llevar y las bajó para enseñárselas a su familia. Pero cuando vieron lo que había hecho se enfadaron mucho: ¡ninguna sirena debería recoger cosas humanas de la superficie del agua!
Ariel sabía que esto significaba problemas, pero no podía evitar sentir curiosidad por saber qué más había más allá de la superficie de su hogar en el profundo mar azul. Una noche, mientras todos los demás dormían, se escabulló sola, decidida a descubrir cómo era la vida en tierra.
Sin embargo, en cuanto Ariel llegó a tierra firme, ocurrió algo extraño: su cola se dividió en dos patas que le permitieron caminar por la orilla como lo haría cualquier otra persona. Cada paso era extraño, pero también emocionante; ahora nada podía impedir que Ariel explorara este nuevo mundo lleno de misterios y aventuras que le esperaban…
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