Érase una vez una anciana abuela que era muy querida por toda su familia. Había vivido una vida larga y plena y, en sus últimos días, quería contar a sus nietos un último cuento antes de fallecer. Así que un día de verano, los niños se reunieron en torno a su querida abuela mientras escuchaban sus fascinantes cuentos de Hans Christian Andersen.
La bondadosa abuela empezó con el conocido cuento de «La pequeña cerillera», que hablaba de cómo incluso los que no tienen posesiones pueden embellecer el mundo que les rodea mediante la bondad y el aprecio por lo que tienen. A medida que la abuela seguía contando historias, cada una cautivaba a los niños más que la anterior: «El patito feo», que habla de la belleza interior; «Pulgarcito», que les recuerda que, por muy pequeño que seas, tus sueños pueden seguir siendo grandes; y, por último, «La reina de las nieves», una historia sobre el valor personal a pesar de nuestros miedos. Los nietos se aferraron a cada palabra pronunciada por su cariñosa abuela como si fuera su propio libro de cuentos de hadas personal que cobraba vida delante de ellos.
Al caer la noche de ese día tan especial, la abuela terminó de contar su última historia y miró a cada uno de sus nietos con cariño antes de cerrar los ojos para siempre. Aunque al principio todos estaban tristes por haber perdido a una mujer tan maravillosa, pronto empezaron a llegar los recuerdos como las olas que arrastran la arena de la orilla… Los cumpleaños que pasaban juntas horneando pasteles… Jugando al escondite en lugares secretos dentro de la casa… Y todos esos cálidos abrazos siempre que necesitabas más consuelo: ¡eran sólo algunos ejemplos de lo que hacía que esta extraordinaria señora fuera tan inolvidable!
Aunque la muerte nunca es fácil de aceptar o entender cuando perdemos a alguien a quien queremos mucho, nos ayuda a recordar por qué es tan importante tener a la abuela o al abuelo en nuestras vidas: nos enseñan valiosas lecciones a través de sus experiencias, a la vez que nos proporcionan apoyo en los momentos en los que nos sentimos perdidos o solos, rasgos que siempre formarán parte de nuestros recuerdos, incluso después de que pasen a la paz eterna.
Al honrar hoy la memoria de la abuela, inspirémonos en los cuentos eternos de Hans Christian Andersen: encontrar la alegría a pesar de la adversidad
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