Había una vez un bebé al que le encantaba ir de picnic con su familia. Llevaba en su cesta todo tipo de golosinas, incluidos sándwiches y patatas fritas. Pero lo que siempre se aseguraba de llevar era una tostada, ¡porque era su merienda favorita!
Un día, mientras estaban en su jardín haciendo un picnic, llegaron unos animales traviesos. Habían olido el delicioso aroma de las tostadas que salían de la cesta de picnic del bebé y querían hacerse con ellas. La niña no sabía qué hacer: quería mantener a salvo su querida tostada, pero tampoco quería ser maleducada.
Así que, en lugar de regañarles, decidió que si prometían no robar más comida, les dejaría tomar un trozo a cada uno de su golosina especial. Y así lo hicieron; cada animal recibió un trozo de tostada que masticaron alegremente mientras la niña los miraba sonriente.
Los animales se lo pasaron tan bien comiendo sus tostadas que pronto empezaron a jugar juntos, revolcándose en la hierba, persiguiéndose por los jardines y los árboles, ¡y disfrutando hasta la última miga! Parecía que la propia naturaleza había reunido a estas criaturas para este momento especial a través de unas sabrosas tostadas.
A partir de entonces, cada vez que alguien salía a hacer un picnic en ese mismo lugar, esos mismos animales traviesos venían corriendo con la esperanza de tener otra oportunidad de comer una deliciosa tostada.
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