Había una vez una niña llamada Alicia que vivía en un pequeño pueblo. Un día, mientras jugaba en su jardín, se fijó en un conejo blanco que llevaba ropa y lo que parecía un reloj de bolsillo de gran tamaño. El conejo parecía murmurar para sí mismo mientras corría frenéticamente buscando algo.
Alicia siguió al conejo por su madriguera y se encontró en un mundo totalmente distinto: ¡el País de las Maravillas! Pronto descubrió que el País de las Maravillas estaba lleno de animales parlantes y extrañas criaturas, así como de objetos mágicos que podían hacer cualquier cosa, ¡desde encoger a la gente hasta hacerla más grande!
Alicia pasó la mayor parte de sus días explorando el reino mágico con sus nuevos amigos: el Conejo Blanco, el Gato de Cheshire, la Reina de Corazones y el Sombrerero Loco, entre ellos. Juntos se embarcaron en salvajes aventuras a través de misteriosos bosques y profundas cuevas llenas de maravillosas sorpresas a la vuelta de cada esquina.
En sus viajes juntos, Alicia aprendió valiosas lecciones sobre la conversación, la creatividad, la empatía y el pensamiento independiente de todos estos personajes únicos que encontró en el camino. A través de sus conversaciones, se hizo más abierta a otras perspectivas, lo que le facilitó encontrar soluciones creativas cuando se enfrentó a situaciones difíciles a lo largo de sus viajes juntos.
Por la noche, antes de acostarse, Alicia contaba historias inspiradas en sus aventuras en el País de las Maravillas para entretener a los demás en casa; cuentos llenos de magia y maravillas, pero también de buenos valores morales que se quedaban con ellos para siempre. Con el paso del tiempo, Alicia creció más sabia que nunca gracias a todos los conocimientos que había adquirido durante aquellos maravillosos días pasados en ese fascinante lugar llamado País de las Maravillas…
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