Érase una vez un rey que tenía doce hermosas hijas. Todas las noches, después de la cena, las princesas se retiraban a sus aposentos y se aislaban del resto del castillo. Esto dejaba perplejo al Rey, pues nunca pudo entender por qué sus hijas necesitaban tanta intimidad.
Un día, decidió averiguar qué hacían y organizó una investigación. Tras semanas de observarlas a través de pasadizos secretos en los muros del castillo, se dio cuenta de que todas las noches, a medianoche, sus hijas salían de sus habitaciones y se escabullían al bosque cercano a su casa sin dar ninguna explicación.
El Rey estaba desconcertado por este extraño comportamiento y decidió llegar al fondo del asunto. Entonces lanzó una proclama por todas las tierras: quien pudiera descubrir a dónde van sus doce princesas bailarinas cada noche, ¡será recompensado con riquezas más allá de la imaginación!
Muchos valientes intentaron esta ardua tarea, pero ninguno tuvo éxito hasta que un fatídico día un joven príncipe llamado Miguel se enteró de ello y decidió aceptar el reto por sí mismo. Armado sólo con valor y determinación, se metió de polizón en uno de sus carruajes una tarde, justo antes de la medianoche, con la esperanza de tener éxito.
Tras adentrarse en un misterioso bosque lleno de encanto y maravillas, Miguel observó algo muy peculiar: ¡sus escoltas reales habían desaparecido! Sin embargo, gracias a una cuidadosa observación, Michael consiguió localizar doce puertas ocultas escondidas entre los árboles que se alineaban perfectamente a lo largo de senderos poco iluminados, que finalmente le condujeron al interior de un salón de baile encantado lleno de música que emanaba de docenas de músicos repartidos por su amplio espacio… ¡y aquí es donde nuestro héroe conoció a Las Doce Princesas Bailarinas!
En cuanto le vieron de pie, fascinado por la belleza, supieron exactamente quién era -el mismo hombre enviado por su padre del que les habían advertido-, así que, sin demora, le invitaron a unirse a ellas para divertirse como si nada hubiera pasado…. Y así termina nuestro cuento, dejándonos dos lecciones morales: Nunca renuncies a tus sueños por muy difíciles que parezcan las cosas… y Comunicación
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