Había una vez, en un jardín muy lejano, unas malas hierbas muy especiales. No eran los tipos habituales de malas hierbas que crecen en los jardines; eran unas hierbas florecientes, mágicas y misteriosas, con pétalos exóticos y colores vibrantes.
Estas malas hierbas en particular habían existido durante generaciones, pero nadie sabía con certeza de dónde procedían ni cuánto tiempo llevaban allí. Lo único que se sabía era que estas extrañas y hermosas plantas siempre parecían prosperar a pesar de todo.
Un día, cuando el aire cálido del verano agitado por una suave brisa empezó a llenar el jardín, ocurrió algo extraordinario: Las mágicas malas hierbas en flor empezaron a esparcir sus semillas. Cuando la brisa sopló a través de ellas, cada hierba liberó miles de pequeñas semillas en el aire, que luego se depositaron en otras parcelas de tierra por todo el jardín.
A medida que pasaba el tiempo, surgían cada vez más flores nuevas por todas partes gracias a este extraordinario proceso, lo que ayudaba a proporcionar alimento a los polinizadores, como las abejas, así como belleza a todos los que visitaban o vivían cerca de este lugar encantado. Y lo que es más, estas pequeñas y resistentes plantas podían sobrevivir incluso en zonas en las que otras especies tenían dificultades, demostrando una vez más que nada puede detener a la naturaleza.
La moraleja de esta historia es sencilla: Deberíamos esforzarnos por conseguir la igualdad en nuestras propias vidas, al igual que hacen estas pequeñas flores resistentes cada día, sin renunciar nunca al orgullo ni a los prejuicios, independientemente de lo que la vida nos depare. Con determinación, nosotros también podemos alcanzar la grandeza si nos acordamos de ir paso a paso.
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