Había una vez un zapatero que vivía en el bosque. Era muy pobre y tenía muy poco dinero para comprar materiales para sus zapatos.
Un día, decidió dar un paseo por el bosque y se dio cuenta de que le faltaban algunos materiales para sus zapatos. Miró más de cerca y vio dos pequeñas figuras con orejas puntiagudas que huían con sus cosas.
Los siguió hasta su escondite secreto, un viejo tronco, y descubrió que eran elfos. Los elfos se disculparon por haber cogido las provisiones del zapatero sin preguntar antes. Le explicaron que querían ayudarle porque era muy amable, aunque no tuviera mucho dinero.
El zapatero se lo pensó mejor y aceptó su oferta de ayuda para hacer zapatos. Todas las noches, cuando el zapatero se acostaba, los elfos salían de su escondite en el tronco del árbol y hacían hermosos pares de zapatos mientras cantaban alegres melodías durante toda la noche.
En poco tiempo, el zapatero tenía tantos pedidos que ya no podía seguirlo solo. Así que todas las noches salían más elfos de debajo del tronco del árbol para ayudar a hacer más zapatos y que todo el mundo pudiera ser feliz con unos nuevos justo a tiempo para la mañana de Navidad.
A los aldeanos les encantaba ver cada mañana todos estos tipos de zapatos diferentes hechos por los elfos mágicos durante la noche. Pagaban un extra por estas creaciones especiales hechas a medida, lo que daba suficiente dinero para la comida en la mesa cada semana, así como para otros artículos necesarios, como ropa o herramientas para el trabajo o los proyectos escolares. Todos estaban encantados con este nuevo acuerdo: El negocio de los zapateros empezó a crecer.
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