Había una vez unos hermanos llamados Hansel y Gretel. Eran muy pobres y sus padres no tenían dinero para mantenerlos. Así que el padre decidió que llevaría a sus hijos al bosque, donde podrían encontrar comida para ellos.
Llegó el día en que el padre partió con sus dos hijos a cuestas, pero sin saberlo, una bruja malvada estaba observando desde su casa de jengibre cercana. Al ver la desesperación de la familia, ideó un plan. Dejaría migas de pan a lo largo del camino para atraer a Hansel y Gretel a su trampa.
Cuando la familia llegó a la linde del bosque, vio lo que parecían ser migas de pan en el suelo, que se adentraban en el bosque. La curiosidad se apoderó de Hansel y Gretel y siguieron estos misteriosos rastros hasta que llegaron a una enorme casa de pan de jengibre.
El olor que salía de su interior era demasiado tentador para que las mentes jóvenes no siguieran explorando, así que sin dudarlo ambos hermanos fueron en busca de más deliciosas golosinas. La bruja, sin embargo, esperaba esta reacción y rápidamente capturó a los dos niños antes de encerrarlos en la despensa de su cocina, que parecía una mazmorra, muy por debajo del nivel del suelo.
Pero, afortunadamente, no todo era fatalidad, ya que, a pesar de estar encerrados abajo, ¡había muchas golosinas para Hansel y Gretel! Pero lo mejor de todo es que, tras una cuidadosa búsqueda, nuestro valiente dúo descubrió un pasaje secreto que conducía de nuevo a la libertad. Trabajando juntos, utilizando su honestidad (¡y una buena cantidad de suerte!), nuestros héroes consiguieron escapar ilesos de vuelta a la tierra abierta… ¡y no volvieron a mirar nunca más a las casas de jengibre!
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