Érase una vez un ratoncito llamado Tessel. Tessel siempre estaba muy hambriento y se comía casi todo lo que le llegaba a las manos. Pero un día descubrió algo extraño: ¡formas! Nunca había visto cosas tan extrañas y decidió probarlas.
Tessel empezó con la forma triangular y la engulló rápidamente. Luego vino la forma cuadrada, ¡que sabía aún mejor que el triángulo! Luego pasó a la forma de círculo, pero le resultó demasiado difícil de masticar. Por mucho que lo intentara, no conseguía dividirlo en trozos más pequeños que le resultaran fáciles de tragar.
Frustrado por su fracaso con la forma circular, Tessel salió en busca de otra cosa para satisfacer su apetito. Pero no importaba qué otras formas u objetos encontrara por el camino, ¡todos acababan siendo demasiado difíciles de comer para él también!
Finalmente, después de horas de búsqueda y de probar diferentes cosas sin éxito, Tessel tropezó con una vieja tienda de caramelos en cuyo escaparate se exponían unas golosinas de aspecto delicioso: ¡chupachups! Con un rápido mordisco de sus afilados dientes, Tessel se las arregló para hacer un rápido trabajo con estos dulces bocadillos, que le satisficieron por completo gracias a su bondad azucarada.
A partir de ese día, cada vez que el hambre volvía a aparecer

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