Érase una vez una niña llamada Sofía. Tenía siete años y siempre había tenido miedo a la oscuridad. Todas las noches sus padres la metían en la cama y ella se quedaba despierta hasta altas horas de la noche, con miedo a cerrar los ojos por temor a lo que pudiera haber en la oscuridad.
Una noche, mientras estaba despierta en la cama, oyó algo fuera de su ventana. Sonaba como una suave risa que parecía no venir de ninguna parte. De repente, un hada diminuta apareció ante los ojos de Sofía. El hada le explicó que había sido enviada por los padres de Sofía para ayudarla a dormirse tranquilamente cada noche sin miedo.
El hada le dijo a Sofía que si cerraba bien los ojos y pedía un deseo con todas sus fuerzas cada noche antes de irse a dormir, cuando llegara la mañana, ¡podrían ocurrir cosas mágicas! ¡Esto entusiasmó tanto a Sofía que casi le facilitó irse a dormir sin tener ninguna preocupación!
A partir de entonces, cada noche, antes de cerrar los ojos con fuerza y desear con todas sus fuerzas antes de irse al país del sueño, empezaron a suceder cosas extrañas pero maravillosas a su alrededor… Un día apareció un unicornio en la puerta de al lado trayendo regalos de tierras lejanas; en el jardín crecía un árbol parlante que daba a todos sabios consejos cada vez que se perdían o estaban confusos; ¡incluso una tarde se materializó un lago encantado lleno de sirenas cantoras justo al otro lado de la calle!
Sofía no tardó en darse cuenta de lo especiales que eran estos momentos gracias al amor de esta criatura mágica que volvía cada tarde, recordándoles a ambos lo importante que es no olvidarse nunca de los sueños, por muy difícil que pueda parecer la vida a veces… Con este nuevo valor y sabiduría en lo más profundo de sus corazones, todo era posible, ¡haciendo que, desde entonces, incluso salir del país del sueño se parezca más a una alegre aventura que a una terrorífica pesadilla!
Deja una respuesta