Érase una vez, en una pequeña aldea de China, un anciano llamado Molo. Era muy querido por todos los habitantes de la aldea y era conocido por su generosidad y desinterés.
Un día, Molo se enteró de que el Emperador había encargado una hermosa espada de color rojo rosado como regalo para su hija en su cumpleaños. El único problema era que sólo podía encontrarse en las profundidades de un bosque encantado, custodiado por feroces dragones. Todos los habitantes del pueblo pensaban que esta misión era imposible, pero Molo no; quería demostrar que estaban equivocados, así que se lanzó a la aventura con valor y determinación.
Molo recorrió bosques y montañas hasta que llegó a la entrada de la cueva del dragón donde se decía que estaba escondida la espada. Se asomó al interior con cautela, preparado para cualquier peligro que pudiera esperarle. De repente, ¡uno de los dragones apareció por una esquina! Su corazón se aceleró mientras sacaba su espada preparado para la batalla, pero sorprendentemente en lugar de atacarle, le habló: «He sido enviado aquí por mi amo, que quiere que tomes esta hermosa espada de color rojo rosado».
¡Molo no podía creer lo que había oído! ¿Esto estaba ocurriendo realmente? Sin hacer preguntas, cogió la espada mágica antes de emprender rápidamente el camino de vuelta a casa con un alegre alivio. Al llegar a su casa, todas las miradas estaban puestas en él, mientras se preguntaban si su héroe había logrado o fracasado en una tarea tan imposible: ¡cuando le vieron agarrar aquella magnífica arma, supieron que Molo lo había conseguido!
Los aldeanos elogiaron la valentía de Molo y le agradecieron infinitamente que les devolviera la esperanza, después de todo, aunque nadie más lo creyera posible, sin duda Molo fue más allá de lo que todos esperaban de él, convirtiéndose en su propio Héroe de la Espada.
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