Había una vez un ratoncito llamado Molly. Siempre buscaba formas de divertirse y hacer su vida más emocionante. Un día, se encontró con su mejor amigo, la Salchicha. La Salchicha era valiente y aventurera; ¡todo lo que Molly quería ser!
Molly decidió que si actuaba como la Salchicha, tal vez podría llegar a ser tan valiente y atrevida como él. Así que todas las mañanas, cuando se reunían, Molly imitaba todo lo que hacía la Salchicha, ¡incluso si eso significaba ponerse en peligro!
Un día, mientras exploraban juntos, se encontraron con una vieja casa abandonada con una ventana abierta en la parte superior. Sin dudarlo, la Salchicha subió rápidamente para echar un vistazo al interior, pero cuando vio lo oscuro y tenebroso que parecía el interior, volvió a bajar corriendo.
Pero, a pesar de sus advertencias, Molly seguía queriendo probar a entrar, así que también empezó a trepar hacia la ventana, ¡pero esta vez las cosas no salieron del todo bien! A mitad de camino se resbaló de la pared y aterrizó justo delante de dos gatos gigantes que esperaban hambrientos abajo.
Los gatos persiguieron de inmediato a Molly, pero por suerte para ella, gracias a su rapidez de pensamiento y a la de su mejor amiga, consiguieron escapar ilesas, dejando atrás a dos gatos muy confusos que se preguntaban qué había pasado.
Esa noche, mientras estaban acurrucadas bajo sus cálidas mantas en sus acogedoras madrigueras, tanto Molly como la salchicha supieron que, pase lo que pase, siempre vale la pena luchar por la amistad… ¡y a veces arriesgarse puede llevarte directamente a la aventura!
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