Érase una vez, en el pequeño pueblo de Maple Creek, un niño llamado Tom. Era perezoso y nunca ayudaba en la casa ni hacía ninguna tarea. Su padre, John, se había frustrado mucho con la falta de responsabilidad de su hijo y a menudo le regañaba por no ayudar más.
Un día, mientras paseaba por el bosque cercano a su casa, Tom oyó un ruido extraño procedente de detrás de unos arbustos. Cuando se asomó cautelosamente para ver qué era, descubrió una pequeña criatura verde con grandes ojos y una sonrisa aún mayor. ¡La criatura se presentó como Oh!
Oh le explicó que era un ser encantado que necesitaba ayuda para volver al País de las Hadas, pero que no podía hacerlo sin la ayuda de Tom. Intrigado por esta misteriosa figura, Tom aceptó acompañar a Oh en su viaje de vuelta a casa.
Mientras viajaban juntos por senderos sinuosos y subiendo por laderas nevadas, Oh le enseñó a Tom todo sobre la responsabilidad y el orgullo de hacer un buen trabajo, ¡algo que John había intentado enseñarle todo el tiempo! ¡Al final de su aventura, Tom había aprendido valiosas lecciones sobre el trabajo duro y la abnegación, lo que le hizo mucho más feliz en general que cuando conoció a Oh!
Tom dio las gracias a Oh por todo antes de despedirse a las puertas del País de las Hadas. Mientras se alejaba en el aire de la noche sintiéndose renovado tanto por dentro como por fuera; John no podía dejar de admirar lo mucho que había cambiado su hijo después de conocer a una criatura tan extraordinaria llamada «¡Oh!».
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