Érase una vez, Armaan y Zoya estaban paseando por el bosque cuando oyeron algo extraño. El sonido de unos huesos que traqueteaban. Mientras miraban a su alrededor tratando de averiguar qué era, Zoya tropezó hacia atrás y derribó una pila de huesos viejos. ¡Oh-oh!
Armaan y Zoya jadearon cuando los trozos se esparcieron por el suelo. Rápidamente, ambos se pusieron a cuatro patas para intentar recomponerlos. ¿Pero cómo? Parecía una tarea imposible.
Los dos amigos pensaron mucho en lo que podían hacer. De repente, Armaan tuvo una idea: sugirió que si cada uno de ellos sostenía un extremo de un hueso, tal vez les resultara más fácil averiguar dónde encajaba todo. Decidieron que valía la pena probarlo, así que empezaron a recoger distintos trozos del suelo antes de colocarlos con cuidado uno al lado del otro en cada extremo.
Poco a poco, Armaan y Zoya consiguieron recomponer el esqueleto, hasta que finalmente quedó completo con costillas, brazos, piernas e incluso un cráneo. Los dos amigos se alegraron: ¡mira lo que habían conseguido trabajando juntos!
Se chocaron los cinco antes de volver a casa contentos, sabiendo que a veces la cooperación es la clave cuando hay que enfrentarse a problemas complicados como volver a montar un esqueleto… ¡final!
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