Había una vez una niña llamada Tina que vivía con su padre. Le encantaba pasar tiempo en el jardín, jugando e imaginando cómo sería si tuvieran su propio jardín especial.
Un día, papá llegó a casa con algunos materiales para crear un proyecto especial: ¡su propio jardín y el de Tina! Juntos, trabajaron duro para preparar la tierra y elegir las plantas para su nuevo espacio. Con la ayuda de papá, Tina plantó cuidadosamente cada una de ellas.
Cuando llegó el verano, su pequeño jardín empezó a crecer hasta convertirse en algo hermoso. Todas las mañanas Tina se levantaba temprano para regar las plantas y asegurarse de que todo crecía correctamente. No tardó mucho en poder cosechar las verduras de su huerto que había ayudado a crear con papá.
Cada día traía algo nuevo, a medida que florecían más flores o maduraban las verduras en sus parras. Incluso hicieron juntos un espantapájaros para que vigilara el jardín mientras ellos estaban en la escuela o en el trabajo.
Juntos, papá y Tina disfrutaron explorando todas las maravillas de la naturaleza justo en su patio trasero: mariposas revoloteando alrededor de coloridas flores; libélulas lanzándose a través de la superficie del estanque; lagartijas que se deslizan a través de exuberantes hierbas verdes… Todo ello fue posible gracias a la imaginación combinada con la diligencia.
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