Había una vez un gigante llamado Paul Bunyan. Tenía un buey llamado Blue, que era tan grande y fuerte como él.
Paul y Blue trabajaban juntos para limpiar bosques y mover montañas. Los dos eran tan poderosos que podían hacer cosas que nadie más podía hacer.
Un día, Paul decidió construir una nueva ciudad en medio de la nada. Con la ayuda de su fiel buey, crearon carreteras, cavaron pozos y construyeron casas para toda la gente que viniera a vivir a su lugar especial.
Pablo también quería que todos los que vivieran en esta nueva ciudad se divirtieran, así que instaló muchos parques infantiles con columpios y toboganes, ¡lo que hizo muy feliz a todo el mundo! Pero no había espacio suficiente para que todos los niños pudieran jugar a la vez… hasta que a Paul se le ocurrió una idea: ¿por qué no utilizar el Gran Buey Azul?
El Gran Buey Azul sería perfecto para todos los niños: ¡tenía espacio suficiente en su espalda para docenas de niños! Pronto se convirtió en el lugar más popular de la ciudad; cada día más niños se subían a su lomo hasta que finalmente hubo demasiados niños incluso para él. Pero entonces ocurrió algo sorprendente: cuando el Gran Buey Azul empezó a moverse, creó colinas perfectas para bajar en trineo durante el invierno, ¡así que ahora todo el mundo tiene mucho espacio para jugar con seguridad durante todo el año!
A todo el mundo le encantó lo que hizo Paul con tanta amabilidad: incluso utilizó un polvo mágico de su bolsillo que permitía que las flores florecieran allí donde pisaba. Así la gente no se olvidaba de él ni de su fiel compañero: ¡el Gran Buey Azul! Todo el mundo recuerda todavía lo bien que se lo pasaban jugando encima de él como si fuera un enorme tobogán o columpio… y visitando esos hermosos jardines llenos de flores de colores cada primavera.
Hasta el día de hoy podemos agradecerles a ambos la creación de tan maravillosos recuerdos, así que no olvidemos nunca a nuestros queridos amigos; Paul Bunyan
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