Érase una vez, en un reino muy lejano, una niña valiente llamada Robyn. Sólo tenía siete años, pero ya había visto mucho del mundo y de sus gentes.
Un día, Robyn oyó hablar de un malvado dragón que aterrorizaba al pueblo cercano de Littlefield. Todo el mundo tenía miedo de salir de sus casas por temor a ser devorado por el dragón. Decidida a ayudar a los necesitados, Robyn decidió ir a investigar ella misma a esta misteriosa criatura.
A la mañana siguiente, Robyn emprendió su viaje hacia Littlefield con nada más que su valor y determinación como compañeros. Mientras avanzaba por colinas onduladas y exuberantes praderas verdes, divisó algo que brillaba en la distancia: ¡La Cueva del Dragón!
Robyn se acercó con cuidado hasta que, finalmente, se asomó al interior: ¡un enorme dragón rojo acurrucado y plácidamente dormido! Pero antes de que pudiera seguir admirando su belleza, algo extraño llamó su atención… ¡Parecía que alrededor de la cueva había montones de basura dejados por los visitantes que no se habían molestado en limpiar!
Robyn se dio cuenta rápidamente de lo que había que hacer: no sólo había que deshacerse del dragón, sino también mantenerlo limpio después. Con renovado vigor y entusiasmo por la misión que tenía por delante, la princesa Robyn se puso a trabajar de inmediato para recoger la basura de la entrada de la cueva. No pasó mucho tiempo antes de que se retirara hasta el último trozo, sin dejar rastro de que alguien hubiera estado allí.
Mientras tanto, en el interior de la cueva… el Dragón Rojo se despertó de su sueño, ¡sintiendo lo bondadoso que debía ser este pequeño visitante humano! Agradecido por tener a alguien que cuidara de su casa mejor de lo que él mismo podía hacerlo (¡los dragones no son muy buenos en materia de higiene!), le dio las gracias amablemente a Robyn y luego se marchó volando hacia tierras lejanas para siempre… sin volver a causar problemas o trastornos en la aldea de Littlefield.
Y así -gracias a una valiente niña llamada Roby- la paz volvió una vez más a todo el reino… enseñando a todos una importante lección: cuando la vida se pone difícil no siempre hay que buscar respuestas más allá de uno mismo… a veces la empatía
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