Érase una vez, en la antigua China, dos malabaristas llamados Feng y Li. Eran los mejores amigos y llevaban muchos años practicando su oficio. Todos los días practicaban juntos, perfeccionando sus habilidades con la ayuda de los consejos del otro.
Un día, un emperador se enteró de sus impresionantes actuaciones y les invitó a su palacio para que demostraran lo que podían hacer. El emperador quedó tan impresionado por sus malabares que les pidió que crearan algo extraordinario para él, ¡algo que nadie hubiera visto antes!
Feng y Li se pusieron manos a la obra y pensaron en cómo podrían mostrar al emperador un truco sin igual. Tras muchas deliberaciones, decidieron que la única forma de impresionar de verdad a alguien tan poderoso como el emperador era creando una ilusión única: ¡una ilusión con frutas!
El dúo se embarcó en una aventura por toda la ciudad en busca de los ingredientes necesarios para esta hazaña: tres manzanas, tres melocotones y un melocotón especial procedente de tierras lejanas que, según se dice, puede hacer realidad cualquier sueño cuando se come en determinadas condiciones. Tras encontrar las cuatro frutas, Feng y Li regresaron al palacio, donde les presentaron su idea: si ambos hacían malabares con las cuatro frutas a la vez y recitaban un conjuro, ¡cualquier deseo que tuviera esa persona se haría realidad!
El emperador estaba intrigado, pero escéptico, pero lo suficientemente dispuesto a intentarlo, pero no sin ofrecer primero un pago: ¡un delicioso melocotón a cambio de realizar este truco! A pesar de estar hambrientos después de un viaje tan largo buscando en diferentes mercados para encontrar estos raros ingredientes, Feng y Li aceptaron con gusto, sabiendo que, aunque sea difícil, pronto todo el mundo en la ciudad sabrá exactamente quién ha creado un truco tan asombroso, digno sólo de la propia realeza: ¡Los Dos Malabaristas!
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