Había una vez una niña llamada Jaydee. Era la menor de cuatro hermanos y le encantaba explorar el jardín de sus padres. Todos los días, después del colegio, corría al jardín y buscaba algo nuevo o interesante que hubiera crecido de la noche a la mañana.
Un día, mientras recorría el jardín en busca de bichos o flores, Jaydee observó algo brillante en la esquina más alejada del patio. Corrió rápidamente hacia él para averiguar qué era. Para su sorpresa, frente a ella había un adorable unicornio blanco con alas rosas en la espalda.
Jaydee no podía creerlo: ¡un unicornio de verdad en su patio! Sabía que tenía que contarle a mamá y a papá este asombroso descubrimiento, pero no estaba segura de que la creyeran. Así que decidió cuidarlo ella misma hasta que pudiera volver a volar.
Todas las mañanas, antes de ir al colegio, Jaydee visitaba al unicornio llevándole cada día manzanas de su árbol para que no sintiera hambre mientras esperaba que sus alas se curasen lo suficiente para poder volver a volar a casa pronto. Pero una noche, mientras jugaba al escondite con sus hermanos en el exterior, ¡lo vieron todos juntos!
Mamá y papá se mostraron escépticos al principio, pero luego vieron el cuidado que Jaydee había tenido con esta criatura mágica -limpiando su melena todas las mañanas antes de ir al colegio y asegurándose de que nadie le molestara durante la siesta-, por lo que finalmente creyeron la historia de su hija sobre el hallazgo de un unicornio de verdad en su propio patio trasero. Lo celebraron todos juntos organizando un picnic especial bajo su manzano, en el que todos disfrutaron de historias sobre unicornios mientras comían sándwiches caseros rellenos de frutas frescas de su propio jardín.
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