Érase una vez dos peces de colores llamados Tatters y Fred que vivían en su acogedora casita. Eran los mejores amigos y se conocían desde que eran unos alevines. Cada día nadaban por ahí, explorando las turbias profundidades de su pequeña y feliz morada.
Un día, mientras Tatters y Fred nadaban, empezaron a notar algo extraño: ¡parecía haber más peces en el agua! Con la curiosidad a flor de piel, decidieron investigar más a fondo. Resultó que estos nuevos peces eran vecinos de la corriente.
Los dos peces de colores saludaron a sus nuevos vecinos con entusiasmo y pronto se hicieron amigos de todos ellos: desde los salmones que nadaban río arriba hasta las anguilas que se deslizaban por los bancos de arena; ¡incluso algunas ranas amistosas saltaron a la vista! Todos estaban tan entusiasmados por conocerse que al poco tiempo se había organizado una fiesta para esa misma noche.
Esa noche, cuando todo el mundo se reunió para celebrarlo -incluidos algunos curiosos pájaros que volaban por encima-, Tatters y Fred se sintieron orgullosos de tener unos vecinos tan maravillosos a su alrededor. La fiesta se prolongó hasta bien entrada la noche, mientras todo tipo de música llenaba el aire: los nenúfares golpeaban como tambores y las libélulas rasgueaban las cañas como si fueran guitarras. Fue una experiencia inolvidable para todos los participantes, que nunca olvidarán nuestros dos intrépidos exploradores de peces de colores.
A partir de entonces, Tatters y Fred visitaron a sus vecinos cada vez que pudieron, disfrutando juntos de todo tipo de emocionantes aventuras bajo la superficie del río, ya fuera encontrando un tesoro enterrado o descubriendo secretos ocultos entre naufragios hundidos en el mar. A través de estas experiencias, tanto Tatters como Fred se acercaron más que nunca, aprendiendo también valiosas lecciones sobre la amistad.

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