Había una vez una niña llamada Gretchen que vivía con su abuela en el campo. Era Navidad y todos los demás niños de su pueblo se preparaban para celebrar las fiestas. Pero Gretchen y su abuela tenían muy poco dinero, así que no podían permitirse ningún regalo ni decoración para su casa.
Gretchen estaba triste por no tener nada que regalar a los demás en este día tan especial, pero aun así decidió hacer algo para su abuelita. Salió a la calle en busca de algo de madera y acabó encontrando un viejo zapato de madera tirado al lado de la carretera. Lo recogió y corrió a casa con él, entusiasmada por lo que podría hacer con él.
Cuando Gretchen volvió a casa, lijó con cuidado los bordes ásperos del zapato de madera hasta que volvió a quedar bonito. Luego, con algunas pinturas de la vieja caja de manualidades de la abuela, pintó por todo el zapato diseños de colores brillantes: ¡estrellas, copos de nieve e incluso el mismísimo Papá Noel! Cuando Gretchen terminó de pintar su obra maestra, la abuela exclamó lo bonita que era.
En la mañana de Navidad, cuando todos los demás abrieron sus regalos bajo el árbol en casa o en las fiestas de la escuela, la pequeña Gretchen abrió el suyo, el zapato de madera, que contenía en su superficie bellamente pintada algo más que cosas materiales… contenía el amor compartido entre dos personas que quizá no podían comprarse regalos caros, pero que podían compartir el calor a través de las sonrisas.
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